Ésta historia es como un deja vú para algunos de ustedes.
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Todo comenzó en este salón... mi llegada fue evidente, la conversación no se hizo esperar.
-Pensé que no vendrías.-Pues... aquí me tienes.
-Increíble. ¿Pasamos?
-Después de ti.
La ceremonia comenzó, tenía cierto aire pomposo que incluso llegaba a fastidiar. La música era melancólica pero al mismo tiempo parecía ser del gusto de aquellos invitados petulantes con rostros hipócritas, pretendían estar satisfechos pero yo sabía que dentro de ellos se ocultaba una oscuridad latente. De algún modo mi comodidad personal se vio comprometida, tenía que salir rápido.
-No me gusta el lugar ni la gente, creo que sólo estaré aquí un par de minutos más.
-Acabas de llegar, ¿no crees que les parecerá imprudente?
-Sólo estoy haciendo acto de presencia, de cualquier modo muchos pensaban que no iba a venir... al igual que tú.
-Pero hoy es importante, lo sabes.
-Me conoces demasiado.
-Tanto, que me asusta.
-¿Por qué la sonrisa?
-¿No te gusta?
-Al contrario, me encanta cuando sonríes... sinceramente es lo mejor que le ha pasado a este deprimente lugar.
-No es tan malo, creo que estás siendo un poco cruel.
-Cruel o realista, no importa. Me largo.
No me di cuenta hasta ese momento que estábamos tomados de la mano, creo que es un movimiento involuntario que refleja el tiempo que llevamos de conocernos. Nos soltamos y salí del lugar, imaginando ingenuamente que quizá en unos minutos nuestros dedos se entrecruzarían otra vez. Al cruzar la puerta comenzó la cuenta, pero siempre resulto ser una persona tan débil que termino regresando un par de pasos.
-Sabía que cambiarías de opinión.
-Yo no he cruzado la puerta todavía, tú volteaste.
Sólo eso nos separaba, una puerta abierta. Podíamos vernos el uno al otro, frente a frente y sin obstáculo alguno. Era un momento perfecto.
Error.
Fue cuestión de segundos, el primer disparo silenció la música y llamó la atención de los asistentes dentro del salón. Mi reacción fue inmediata, tenía que entrar, separarnos no era una opción; Sin embargo, la puerta se cerró de golpe, sólo logré impactar mi rostro y manos en contra del frío hierro.
-¿Qué diablos está pasando?, Tengo que encontrar una forma de entrar.
Rápidamente traté de buscar otra entrada, tuve que rodear el edificio al menos dos veces, parecía impenetrable y entonces tuve que descansar un poco, respirar y tratar de aclarar mi mente.
-Debo llamar a la policía.
Marcar nunca me había resultado tan difícil, la desesperación se reflejaba en cada pulso del teclado, parecía que fuera a destrozar el aparato con el impacto de mis dedos. Expliqué el suceso a la operadora, la palabra "disparo" fue mencionada una y otra vez.
No podía esperar a la policía, entrar era impulsivo, ilógico. Alguien podría salir lastimado por mi culpa, sentía náuseas y vomité sobre el pavimento.
Más disparos.
Jamás había sentido tanta desesperación en mi vida, estaba ahí de pie, impotente. Finalmente las emociones predominaron sobre la razón; corrí hacia la parte trasera del edificio, algo me decía que en mis previas inspecciones algo había omitido, no me equivoqué.
Si empujaba con fuerza un contenedor de basura podría darme acceso a un ducto de ventilación que se encontraba a unos tres metros sobre el suelo, valía la pena el intento; el contenedor era bastante pesado pero finalmente pude colocarlo en una posición que me favorecía subir. Mi plan iba de maravilla hasta que descubrí un pequeño pero crucial fallo "¿Cómo diablos iba a quitar la rejilla del ducto?"
Traté de golpear y jalar la estúpida rejilla sin resultado alguno."¡Maldita sea!", las lágrimas corrían por mis mejillas... no podía terminar así. Abrí el contenedor en busca de algo que me sirviera de palanca, por fortuna (o milagro) encontré un pedazo de tubo de cobre, no parecía muy resistente pero era mi mejor chance. Logré remover el obstáculo con un par de golpes y de un salto ingresé al sistema de ventilación del edificio.
Estaba oscuro y reducido, pero pude arrastrarme poco a poco. A tientas trataba de encontrar el camino hacia el vestíbulo pero entre más tiempo transcurría mi pensamiento se enfocaba simplemente en llegar a una salida, comenzaba a sentir claustrofobia.
Una luz.
Mi salida.
Silencio.
¿Silencio? Cierto, sólo se podía escuchar mi respiración y el latir de mi corazón. ¿Cómo podía estar todo tan calmado? ¿No era una situación de rehenes? Mi mente francamente no sabía lo que estaba ocurriendo, miles de ideas trataban de hilarse sin éxito. Alcancé el final del pequeño túnel, llegué a lo que parecía ser una oficina.
Pude salir sin mayor contratiempo, bajé sigilosamente y cuando finalmente estuve en pie me dirigí hacia la puerta; antes de abrir traté de escuchar lo que me esperaba al otro lado, nada audible. Abrí la puerta con cautela.
Un pasillo.
Avancé poco a poco hasta el final, el pasillo debía conducir hasta el salón principal. Lo único que quebraba el silencio eran mis pasos sordos sobre el piso laminado. Asomé la cabeza para analizar el área.
Un salón vacío... una mancha roja al centro.
-Llegas tarde.
Reconocí la voz al instante, mi búsqueda había terminado pero las palabras emitidas carecían de sentido. Desde un rincón obscuro comenzó a dibujarse su silueta, su andar era tranquilo pero firme. Volvió a hablar.
-Llegas tarde.
-¿Qué ha pasado?
-¿Acaso no lo ves?
-Perdón, pero esto no tiene sentido alguno ¿Dónde están todos?
-Aquí sólo habían dos personas ¿no lo recuerdas?
En ese momento sentía que mi cabeza iba a explotar, una serie de recuerdos aparecieron ante mis ojos. Destellos cegadores que trataban de contarme una historia. Finalmente todo cobró sentido.
-¿Confesarás?
-Ya he llamado a la policía.
-Poético, la segunda vez que alguien hace eso.
-¿Dices que no soy el único al que le ha pasado?
-El segundo de tres. Y bien ¿cómo fue el inicio?
-Todo empezó en este salón... mi llegada fue evidente, la conversación no se hizo esperar. La discusión creció y finalmente enloquecí. Mis manos se habían manchado de rojo por primera vez.
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