Odioso Reporte
Mi segundo intento de entrada en menos de 3 horas, la anterior la borré porque simplemente carecía de los elementos necesarios que le darían el valor y completo significado.
Odio el sol. Es algo que corroboré los últimos días que pasé mis vacaciones en Los Cabos (por eso mi ausencia, si algunos la notaron); en esa zona de nuestro país parece que los días nublados no existen... no es que tenga una preferencia por los mismos (aunque últimamente les he tomado más gusto), pero no mamen, todo el puto día con sol y un calor horrendo.Yo sé que el llamado "astro rey" es vital para que ciertas mamadas en nuestro planeta se den (a.k.a. fotosíntesis, el proceso clave de nuestra existencia ¬_¬), pero por un rato está bien. No tengo piel sensible, simplemente yo no soy una planta.
Odio mi teléfono Motorola Q9. Lo mandé a garantía porque ya no funcionaba. Es todo lo que diré al respecto.
Odio no haber visto manta rayas en mi viaje.
Odio tus sucias botas combate y odio no poder odiarte...no, eso es de una película. Cambio de tema.
La verdad es que estoy feliz de regresar, no les contaré anécdotas porque no he traído alguna conmigo.
Técnicamente ésta entrada es para reportarme. Creo que tampoco tenía los elementos necesarios.
Prometo más calidad para la próxima. (Ajá).
Gotas e ilusiones.
Me gusta tu nombre, realmente no es muy común o al menos yo me he convencido de eso. Ojalá fueras tú la única persona que lo posee, representaría lo especial que eres. Regularmente no me esmero en confesar mis sentimientos hacia alguien, pero es obvio que vale la pena correr un poco el riesgo.
Pensarás que me invade la locura o que estoy jugando contigo, ninguna de esas afirmaciones resulta verdadera; debes de creer que todo esto es real, ignoro la razón, sólo sé que simplemente sucedió.
Intento acercarme a ti con cautela, aunque admito que la prisa recorre mis venas, la emoción es enorme, inmensurable; lo menos que quiero es que te asustes, que resulte en un encuentro desastroso y te esfumes como otras personas lo han hecho.
Poco a poco voy extendiendo mi mano con la intención de encontrar la tuya, yo se que si la aceptas puede ser por cortesía más no correspondencia; no te preocupes, prefiero vivir el momento a quedarme sentado observando como la incertidumbre se alimenta de mí.
Sin embargo lo que más me gusta es tu mirada, es un misterio para mí pero al mismo tiempo tan fascinante; simplemente no puedo evitar el poder contemplar tus ojos, están llenos de vida y energía; me hipnotizas.
Permite que te abrace, rodear tu cuerpo y sentir por un instante que el mundo pierde sentido si no estamos juntos. Yo sé que es prematuro, que incluso es tonto de mi parte, pero te pido de favor esta fracción de tiempo para poder sentirme vivo.
Cierto, decir lo anterior suena egoísta... ojalá pudieras estar dentro de mí para poder comprender lo que está ardiendo en mi pecho. Pero ya, la sensación y el sentimiento es mío... el destino, ¡no!, tú decidirás si será compartido.
Dejaré de hablar ya, te invito a sentarnos a contemplar ésta tarde lluviosa que nos ha atrapado y que hace evidente el hecho de que me he enamorado de ti, de una ilusión.
Algo común.
Ahí estaban ellos, pendientes el uno del otro, como leyéndose el pensamiento. Parecía como si en aquél instante el mundo no importase, que simplemente existían esos dos seres y nada más.
La casualidad los unió, ninguno recordaba si realmente fueron gustos afines o los conocidos mutuos; quizá un poco de ambos. Lo que sí tenían presente es que ese cruce de caminos hace algunos años fue algo que había cambiado sus vidas, se llegaron a conocer hasta el punto donde dicho verbo, cuando se aplica a personas, deja ver su ineficacia; sin embargo, era suficiente.
Es cierto que a veces tenían sus diferencias, provocados por desplantes en la misma idiosincrasia que los identificaba ante los demás; curiosamente compartían rasgos similares en tonalidades distintas. Ambos eran víctimas de un pequeño déficit de atención, dispersión mental y pensamientos que sólo ellos entendían individualmente. Un par de extraños para la sociedad “normal”.
Quizá lo más importante que tenían en común era su pasado, rara vez hablaban del mismo, sobre todo cuando el tema principal era el amor. Personas que las marcaron, que dejaron aprendizajes en forma de cicatrices emocionales. A veces las recordaban, otras tantas las odiaban, pero nunca las negaban.
A pesar de las similitudes y diferencias, se querían el uno al otro. Se amaban pero era claro entre los dos que simplemente eran amigos. ¿Por qué complicar las cosas? ¿Por qué destruir lo que está bien? – Preguntas que sólo rondaban en la mente de los dos, sin llegar a sus bocas, preguntas que los acosaban de vez en vez, provocadas por una cuestión inicial… ¿qué pasaría sí?
¡Idioteces!, con eso terminaba el pequeño lapso de incertidumbre y suposición; aunque lo anterior también a veces venía acompañado con salidas ocasionales con terceros, cada quien decía tomar su camino y olvidar por un momento que el otro existía. Soluciones simples pero temporalmente efectivas; la imperfección radicaba en el simple hecho de que siempre se volvían a ver.
¡Idioteces!, con eso terminaba el pequeño lapso de incertidumbre y suposición; aunque lo anterior también a veces venía acompañado con salidas ocasionales con terceros, cada quien decía tomar su camino y olvidar por un momento que el otro existía. Soluciones simples pero temporalmente efectivas; la imperfección radicaba en el simple hecho de que siempre se volvían a ver.
Ya lo he mencionado, eran amigos, unidos por aspectos comunes y con aceptación de los que eran contrarios. Ellos lo ignoraban, pero compartían el mismo miedo cuyo rostro era la incertidumbre.
Cuando se miraban a los ojos directamente, sus cuerpos vibraban, las manos temblaban y sus labios sufrían con la búsqueda exhaustiva de palabras que cambiarían la situación; eran instantes de infinita tensión que poco a poco se diluían en el tiempo.
Cuando se miraban a los ojos directamente, sus cuerpos vibraban, las manos temblaban y sus labios sufrían con la búsqueda exhaustiva de palabras que cambiarían la situación; eran instantes de infinita tensión que poco a poco se diluían en el tiempo.
Cobardes recurrían, con pensamiento o acciones, a aquellas personas del pasado; llamadas, mensajes o la simple contemplación de fotografías se convertían en actividades de rutina, aunque ninguno de los dos iba a admitirlo.
Cada cierto tiempo se veían para tomar un café, compartir risas y echar de menos los viejos tiempos; sus actividades del diario hacían que su convivencia se viera limitada a un par de días al mes. El momento terminaba con un roce de manos y un cruce de miradas con tintes de eternidad.
Hoy es un día de ésos.
Ahí estaban ellos, pendientes el uno del otro, como leyéndose el pensamiento. Parecía como si en aquél instante el mundo no importase, que simplemente existían esos dos seres y nada más.
Pero hoy, ninguno iba a tener el valor de decir lo que realmente sentía.
Otra vez será. Ambos lo piensan así. Definitivamente, coinciden en eso.
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