De los regalos

Soy pésimo para dar regalos.

No puedo evitarlo, cuando me toca regalar algo siempre digo "¿Y qué chingados doy?". Ya sea navidad o el cumpleaños de alguien (porque son las únicas fechas para regalar ¿verdad?) el ir en búsqueda de algo que le agrade a la persona es siempre un dolor de cabeza.

Verán, en algún capítulo de House M.D. el personaje principal (creo que su apellido era Williams) afirmaba que el regalo hacia alguien solamente representaba la forma en como veíamos a esa persona o lo poco que conocíamos de la misma, es decir, lo encasillábamos. Así, si regalas una licuadora a tu mamá en el día de las madres (ah, ¡ese otro día para regalar!) es porque encasillas a tu mamá como la que debe licuar en la casa y no le sirve cualquier otra cosa, también porque eres un idiota; nadie debe regalarle una licuadora a su mamá, para eso existen los modernos extractores de jugos.

En un intercambio navideño las cosas pueden tornarse aún más complicadas, ¿imaginas buscar un regalo para ese primo que casi no ves y que te lleva 7 años de diferencia y del cual no sabes ni puta idea de lo que le gusta? "¡Hey mira! Te compré una sudadera de un color horrendo y un corte que no te beneficia en nada". Vaya cagada.
Quizá regalar a tus compañeros del trabajo resulte menos complicado (irónico), me han tocado intercambios en los que previamente se enviaba la lista de "3 cosas que quiero" para que tu eligieras una y así no fallar con el regalo hacia la persona. Aunque puede suceder el caso en que "A huevo, puse en MAYÚSCULAS el regalo que OBVIAMENTE quiero... ¡HALO 4 eres mío!" y resulta en "Ay gracias, es la temporada de The Walking Dead (la regular, nada de ediciones especiales... aunque lo hayas especificado), justo el regalo que esperaba.".
SIEMPRE HAY ALGUIEN QUE LA CAGA.

"La intención es lo que cuenta" - es probablemente una de la innumerable cantidad de mamadas que se dicen con respecto a los regalos, obviamente si a las personas que lo dicen les regalaran un pequeño mojón decorado con moños su opinión cambiaría. El caso es que regalar es una de esas actividades que me resultan complejas pero interesantes a la vez.

Por eso se inventaron los certificados de regalos.

Piénsenlo bien... si no conoces a la persona y estás obligado a dar algo, no puedes verte tan burdo sacando un fajo de billetes y decirle "Ten, cómprate algo bonito"; el certificado de regalo es la opción, quizá no la mejor pero puedes aplicar la de "Ten, cómprate algo bonito... específicamente de éste lugar". Nada mal, el único fallo sería dar una tarjeta de iTunes a alguien que odia Apple o algo por el estilo.

Lo sé, el párrafo anterior resume claramente que soy la peor persona en asuntos de regalar y por lógica... una pésima persona para recibirlos.

¿Por qué?

Porque el momento es incómodo para mí y obviamente no puedo ocultar esa incomodidad en mi rostro. Ciertamente hay gente que no ha fallado en algunas ocasiones al darme un obsequio, pero mi expresión facial no fue diferente, simplemente la situación es de total incertidumbre ¿Cuál es el protocolo? ¿Sólo decir "gracias"? Lo siento, creo que me criaron dentro de una cueva y aislado de la sociedad.

Pero no siempre he sido malo para regalar, eso lo contaré después.














De confesiones nocturnas...



Escribir acerca de ti es difícil, ya han pasado varias semanas desde la última vez que nos vimos y ocurrió eso que en tu cabeza probablemente no tenía (o no tiene) sentido.

Queremos futuros distintos.

Se dice fácil, o al menos yo siempre lo entendí así porque procuro no complicarme las cosas. Siempre comparé nuestros caminos como líneas paralelas, exponiendo la posibilidad de que en algún momento podía existir divergencia. Asentías a mis palabras y yo continuaba.

Pero había algo más.

Claro, el querer cosas distintas a futuras es una idea vaga porque probablemente saliendo de la casa me podía caer un meteorito en la cabeza y muchos de mis planes (al menos los que hubieran requerido algo específico... como que no te cayera un meteorito en la cabeza) hubieran cambiado. No, algo más merodeaba en mi cabeza, en la relación, como una serpiente esperando el momento clave para atacar.

La inseguridad. El miedo. La duda.

Sí, todas esas cosas que dice Yoda que llevan al lado obscuro son verdad.
Te amo, eso no lo puedo negar. Pero tu obsesión con mi pasado era una constante que afectaba lo que yo hacía, no podía equivocarme, mis intentos de adaptarme a tus necesidades parecían no ser suficientes. En contadas ocasiones pregunté si realmente yo era lo que tú necesitabas, afirmabas; pero nuevamente demostrabas lo contrario. Yo no iba a cambiar, sólo a adaptarme y crecer en la relación... eso no te bastaba.

Finalmente me rompí.

No puedo decir que no aprendí, para alguien cuya vida ha estado llena de soledad (el oxímoron, pronto en cines), compartir parte de su espacio, gustos, pensamientos, sueños y secretos no fue algo sencillo. Ese aprendizaje recientemente me ha llevado a la idea de revisar mis emociones, verificar si algo está fallando porque definitivamente existen aspectos de mi persona que necesito cambiar. Creo que le dicen "ir al psicólogo", sí, lo he considerado... to fix myself.
¿Funcionará? No tengo ni puta idea, pero bien me lo decías... no pierdes nada con intentarlo. Lo mismo te digo, porque algo hay en ti que no me dijiste... lo sabes, lo has pensado... pero tienes miedo de afrontarlo.

¿Nos volveremos a ver?

No lo sé, eso ya se descubrirá con el tiempo. Por lo pronto respeto eso que me dijiste, después del rompimiento no quieres saber nada más. Lo respeto.

Perdón por convertirme en "el maldito ex", "ese maldito bastardo", "el cabrón hijoputa"; supongo que alguna vez me tenía que pasar. Nos tocó a nosotros, en esta parte de nuestra vida... y duele, lo sé.

Aprendí mucho contigo, espero que algo de mí se haya quedado en ti.

Hasta pronto A.