Ésta es la 1a de 3 partes de un relato, creo que con motivo de Halloween/Día de muertos; la verdad es relleno para el blog (ajá).
Espero que les vaya gustando y si no, pues es porque he perdido práctica.
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“Era una noche fría, tenebrosa y escalofriante; el ulular de los búhos se hacía presente a cada paso de los viajeros…”
-¡Basta! Eso es estúpido ¿sabes? De hecho, creo que es el inicio más idiota que se te pudo haber ocurrido para una historia de terror. – Era la voz de Isabel cortando las palabras de Ismael.
-Supongo que tú puedes hacerlo mejor – reprochó el muchacho.
-Claro, de hecho has empezado todo mal, necesitas un poco de ambientación. El jardín de tu casa ciertamente no es el lugar idóneo para comenzar a hablar de muertos y fantasmas.
-¿Cómo lo sabes? Quizá en el pasado aquí era un cementerio indio o algo así.
-Lo dudo mucho, ambos sabemos que aquí era un basurero. Justo como el pueblo.
-OK señorita Isabel, ¿puede usted comenzar a relatarme una historia digna de Lovecraft? – Ismael sabía que su amiga era la única persona en el mundo a la que no le desagradaba su sarcasmo.
-Estúpido. –un pseudo insulto con sonrisa incluida – te dije que necesitamos ambientación. Toma tus cosas y acompáñame- Isabel se puso de pie, habían estado sentados en aquel jardín durante casi 2 horas.
Ismael no necesitaba preguntar el destino, simplemente tomó su mochila negra y se incorporó también; quiso despedirse de su madre, pero sabía que probablemente ella ya estaría completamente embriagada en la sala, como todas las tardes desde que su padre los abandonó cuando él tenía 11 años.
Ambos emprendieron el camino, sin hablar, era lo que ellos llamaban “Los 3 silenciosos”; un recorrido de 3 kilómetros desde la casa de Ismael hasta el lugar predilecto de ambos. La idea era observar todo lo que se encontraran, maravillarse por el paisaje y el sendero mismo, señalando y sonriendo ante cualquier novedad. Siempre en silencio, aquél que lo rompiese tendría que pagar la cuantiosa cantidad de 9 barras de chocolate; algo simple, pero que ninguno de los dos había satisfecho desde hace 7 años desde que inició su ritual.
“Los 3 silenciosos” era más difícil de lo que parecía, la casa de Ismael era la que delimitaba el pueblo con el bosque y daba introducción al sendero que Ismael e Isabel conocían perfectamente y que a pesar de eso, siempre traía sorpresas interesantes. Por ejemplo, en época de lluvias el terreno era muy resbaloso, Isabel ya había sido víctima de un par de caídas sin que sonido alguno saliera de su boca; pero también hubo una vez en la que el muchacho tuvo que aguantar un grito cuando una araña se posó en su mano mientras él se recargaba sobre el tronco de un viejo pino. Su amiga tuvo que contenerse la risa; ella adoraba las arañas y molestaba a Ismael siempre que podía, él no compartía el mismo gusto.
Cualquiera que fuese la situación, ambos la disfrutaban al máximo. De cierto modo ellos se parecían mucho, no sólo compartían nombres similares sino también ideas y gustos musicales. No eran un dúo perfecto, habían tenido discrepancias más de una vez pero siempre encontraban la manera de resolverlas. La más relevante fue cuando él confesó estar enamorado de ella, lo cual la molestó porque Isabel no veía esa relación como algo distinto a una amistad. Al final él desistió sabiendo que no podía arriesgarse a perder a su única y verdadera amiga.
En realidad no se debe culpar a Ismael por enamorarse de Isabel, ella era bastante atractiva; su estatura era promedio y su tez blanca, contrastante con su cabello pelirrojo y ojos azules. De figura esbelta y proporciones no muy exuberantes pero tampoco deficientes; parecía frágil pero en realidad era mucho más resistente que cualquier muchacha de su edad. Muchos jóvenes la pretendían en el colegio pero ella se rehusaba a salir con ellos – “Lo siento, me gusta estar sola” – les decía. Aunque sabía que esa soledad era relativa, siempre pasaba las tardes con Ismael, algunas de ellas caminando en silencio, aproximadamente 3 kilómetros, justo como ahora.
Después de un rato, Ismael e Isabel llegaron a su destino, el viejo cementerio.
Era un lugar poco acogedor, había sido abandonado ya hace algunas décadas desde que el pueblo optó por utilizar otro lugar no tan alejado. Más que un cementerio parecía un claro lleno de lápidas regadas al azar, sin reja que lo circundara y con botellas vacías de alcohol que dejaban vándalos de vez en cuando.
-¡Cerdos! –el silencio de la caminata se rompió justo cuando Isabel al pateó una aplastada lata de refresco – No ha pasado ni una semana desde que vinimos a limpiar y ya parece un cuchitril. Los odio.
-Un cuchitril al aire libre, vamos… no está tan mal si lo comparamos con la última vez. – Ismael trató de calmar a su amiga.
-Bueno, a lo que hemos venido ¿quién será nuestro escucha el día de hoy?
-Puede ser la señora Miller, hace meses que no le damos una visita. – Ismael señalaba hacia una lápida 10 metros en dirección a su derecha.
-La señora Miller odia las historias de terror Ismael, ¿lo recuerdas? ¿Qué te parecen los gemelos Pellet? – Isabel señaló a una lápida que estaba justo detrás de ella.
-Loca, son sólo unos niños.
-¿Loca? ¿Yo? ¿Por qué me dices loca? Si es lo más natural del mundo contarles historias de terror a los muertos, en un cementerio abandonado y con la compañía de la oscuridad – Isabel hacía gestos, retorcía sus dedos y se acercaba a Ismael como si estuviera poseída.
-¿Lo ves? Estás loca. – Respondió Ismael sin inmutarse ante las contorsiones de la chica - Bueno, ¿quién será entonces? Creo que hemos recorrido todas las lápidas del lugar.
-Sí, todas han sido recorridas al menos dos veces excepto por…
-¡No! – Ismael reaccionó con el pánico visible en su rostro.
-Vamos, no seas miedoso. Creo que se merece un trato igual al de los demás.
-Lo sé, pero tú sabes muy bien que es la única persona en este lugar que me provoca escalofríos.
-Eso es porque eres un miedoso.
-Y tú eres una loca- Ismael sonrió y comenzó a correr hacia la única lápida aislada del resto.
-¡Espera Ismael, eso es trampa! – ella inició carrera tras su amigo.
Después de unos segundos ambos se detuvieron frente a una piedra incrustada en el suelo, sin rastro de nombre alguno o fecha de deceso, abandonada como todas las del cementerio pero con un aire de misterio que hacía temblar a Ismael.
-Hola Sr. Jones. – saludaron al unísono los dos jóvenes.
De algún modo, ambos sintieron que les respondían el saludo…